El Mercado Central, tal y como lo conocemos, vive sus últimos días. Lo saben sus comerciantes, claro, pero también sus clientes. Hay quien, ante la jubilación inminente de su carnicero de cabecera, esta semana ha comprado víveres como para pasar una guerra, con el objetivo de llenar el congelador hasta los topes. El próximo sábado, día 7, la gran lonja zaragozana cerrará sus puertas para afrontar una de las reformas más ambiciosas de su centenaria historia. La clausura durará aproximadamente un año, ya que la reapertura no se espera hasta el segundo o incluso el tercer trimestre de 2019.

Los asiduos al mercado de Lanuza, no obstante, tendrán una solución alternativa y temporal en el mercado provisional que se ha levantado a pocos metros, entre las Murallas Romanas y la plaza de San Juan de los Panetes. Solo cinco días después del cierre del histórico edificio de Félix Navarro, allí se encontrarán con algunos de sus puestos favoritos, pero no con todos. Ahora mismo hay abiertos 84 puestos –algunos de ellos dobles–, de los que 52 pasarán a la nueva sede. A ellos se unirán unos pocos detallistas llegados de fuera del Mercado Central, para llegar a la cifra de 57 adjudicatarios. El mercado provisional tiene 74 espacios de venta preparados, pero se podrían cubrir todos, ya que muchos comerciantes están solicitando instalar puestos dobles. Aún tiene que autorizarlo el Ayuntamiento.

Entre quienes han decidido no pasar a la lonja provisional –y que no volverán por tanto al Mercado Central tras su reforma–, hay casos de todo tipo y condición. Hay quien se jubila, quien se traslada a otro barrio, quien deja la actividad, quien considera que la inversión para esta nueva aventura era excesiva, quien no se vio seducido por el proyecto… Así que estos días en los pasillos del Mercado Central se suceden los abrazos y las despedidas, y a alguno hasta se le escapa alguna que otra lagrimilla.

Aunque hay opiniones variadas sobre el nuevo proyecto, el desembolso que tienen que asumir es la queja más generalizada entre los detallistas. No obstante, ya pocos dudan del salto de calidad que este espacio va a dar tras la reforma. El Mercado Central, desde que se levantó en los primeros años del siglo XX (se inauguró en 1903), ha ido adaptándose a los tiempos. Su reforma más importante llegó en 1986, y después apenas se tocó. Hace 32 años, las obras supusieron «pasar del blanco y negro al color», como dice José Luis Alcázar, dinamizador de la asociación de detallistas. Ahora, la reforma de 2018 le tiene que convertir «en un mercado del siglo XXI», en el Mercado Central «de los nuevos tiempos».

Los últimos días del Mercado Central

Una visita de despedida

El día 7 será el de la despedida. A las 15.00, se cerrarán sus puertas. La siguiente vez que se abran, la lonja presentará un aspecto muy diferente. El próximo sábado será la última vez que se utilicen los actuales puestos, que serán sustituidos por otros más modernos y espaciosos. Como jornada de despedida, los detallistas harán una visita guiada para que las personas interesadas conozcan los entresijos de Lanuza, incluido el sótano en el que se almacenan y trabajan los productos –que apenas se tocará en la reforma, ya que es más moderno–.

Tras el cierre, los detallistas tendrán cuatro días para hacer el traslado al mercado provisional. Allí les espera una lonja moderna y funcional, aunque –claro– sin el encanto centenario del edificio de Félix Navarro.

Este quedará cerrado y a la espera de que llegue la ansiada reforma. Posiblemente, los trabajos de rehabilitación se van a retrasar ligeramente si, tal y como se espera, una de las empresas que aspiraban a ejecutarlos decide recurrir por haber sido excluida. Cuando se solucione este conflicto, el contrato se tiene que adjudicar al ganador y que este comience a trabajar. El concurso ha salido por 10,6 millones de euros. El plazo de ejecución es de 13 meses, pero la empresa elegida podría rebajarlo.

Los cambios en el Mercado Central serán apreciables sin ni siquiera tener que entrar. A diferencia de lo que ocurre ahora, desde fuera se podrá ver el interior. Ahora resulta imposible, primero porque hay puestos adosados contra los laterales, y después por las piezas de plástico opaco que recubre la fachada. Con las obras, esta será traslúcida. Además, habrá pasillo entre el lateral y la primera de las dos filas de puestos, por lo que la actividad de puertas adentro se podrá observar desde la calle o desde el tranvía, por ejemplo.

Un techo por descubrir

Para entrar, habrá mejoras en la accesibilidad. Se van a instalar dos ascensores, y se va a habilitar un túnel que conecte con el aparcamiento de César Augusto. Y, una vez dentro, los cambios serán aún más evidentes. De las cuatro filas de puestos actuales –dos pegadas a los laterales y dos en el centro– se pasa a solo dos en el centro. Los puestos, además, se amplían, por lo que su número se reduce ostensiblemente. De los más de 300 que había hace cuatro décadas, a los 190 actuales… a los 74 que habrá tras la reforma. Ganan espacio los pasillos –con uno central de cinco metros– y la plaza que se abrirá en el centro, rodeada de cuatro establecimientos de hostelería que darán un nuevo aire al Mercado Central, y que harán que abra también fuera del horario tradicional.

Las obras permitirán descubrir el monumental techo de la lonja. Se trata de un gran desconocido hasta para el público más habitual, ya que la configuración de los puestos y las estructuras que casi cubren los pasillos hacen muy difícil su observación. Despejar estos elementos permitirá disfrutar, por ejemplo, de los 42 tarjetones esmaltados o de los pilares de fundición.

Fuente: Heraldo de Aragón